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En esta publicación, Pierre Arnold, Gerente de Programa de los Premios Mundiales del Hábitat, nos cuenta sobre un inspirador proceso de reconstrucción en Santiago Niltepec, Oaxaca, México, por el que, en 2021, se reconoció a Programa VACA con un Premio de Bronce.

Imagine que se va a la cama tras una jornada intensa de trabajo. Ya es casi medianoche y toda la familia duerme, cuando, de repente, la casa empieza a temblar y las tejas empiezan a caerse del techo. Mientras tanto, afuera, el estruendo es cada vez más intenso.

Se oye el rechinar de vigas, maderas y vidrios rotos, objetos que caen, niños llorando, personas que corren y gritan, perros ladrando… Usted está de pie, pero el piso se mueve, sus hijos ya están corriendo hacia la puerta y usted se apura para ayudar a sus padres ancianos a salir de la cama antes de que el techo colapse.

Unas horas más tarde, sabrá los detalles técnicos: acaba de tener lugar el sismo más fuerte de México desde 1932 en el Golfo de Tehuantepec; el epicentro fue a menos de 50 km por debajo del Océano Pacífico y a menos de 200 km de distancia de su zona, donde las intensidades variaron entre IX y X; y la magnitud fue de 8,2.

Lo sintieron personas de Ciudad de México hasta Honduras…

Pocos días después, se enterará de que murieron más de 100 personas y que se dañaron cerca de 60.000 casas (5.500 se destruyeron por completo, principalmente en los estados de Oaxaca y Chiapas). Pero, por ahora, lo que importa es reunir a los miembros de su familia en un lugar seguro, rescatar a la gente que sigue atrapada en sus casas antes de que lleguen las réplicas, saber qué personas están desaparecidas, y echar un vistazo rápido a lo que quedó de su hogar, su aldea y cualquier objeto material o recuerdo inmaterial de lo que un día fue su presente y, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en su pasado.

En un momento así, ¿qué esperaría que hicieran su presidente, su gobernador, su comunidad o el resto del mundo? ¿Cómo reconstruiría su vida?

El gobierno mexicano activó el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) y pudo acceder a otros recursos internacionales a través de bonos para catástrofes del Banco Mundial (bonos CAT) para los que se suscribió. Con el FONDEN se cubrieron los costos de las actividades de pronta respuesta y recuperación, incluida la reconstrucción de viviendas e infraestructura pública. Unas semanas después del sismo, el gobierno nacional y los gobiernos estatales de las zonas afectadas llevaron a cabo una evaluación para determinar los daños de las viviendas.

Las familias de bajos ingresos que tuvieron cómo demostrar la tenencia legal de sus terrenos pudieron optar por recibir del FONDEN 120.000 pesos mexicanos (6.000 dólares), 15.000 pesos mexicanos (750 dólares) o nada, dependiendo de si, según la persona a cargo de la evaluación, la casa había sufrido “daños totales”, “daños parciales” o nada lo suficientemente grave como para recibir una compensación.

Estos pagos se distribuyeron a las familias mediante tarjetas de débito: una para comprar materiales de construcción a determinados proveedores autorizados, y otra para retirar efectivo para pagar a los albañiles y otros trabajadores. Algunas ONG y empresas privadas autorizadas, que ya trabajaban con la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI) antes del sismo en el área de producción social de viviendas o programas de vivienda rural, ofrecieron asistencia técnica sin cargo a las personas beneficiarias.

Lamentablemente, este proceso no fue completo y generó varios problemas en las regiones afectadas. Se dejó afuera del censo a algunas comunidades y a otras se las diagnosticó de forma equivocada, por lo que no recibieron ninguna compensación por las pérdidas. En un contexto de incrementos vertiginosos de los precios de materiales de construcción, los montos de los subsidios se tornaron extremadamente bajos como para reparar o reconstruir una casa dañada de forma adecuada, en especial aquellas tradicionales de gran tamaño hechas de ladrillo o adobe, y marcos de madera con tejas. Además, la obligación de usar la tarjeta del FONDEN en negocios de proveedores autorizados anuló la posibilidad utilizar materiales locales (como ladrillos, bloques de adobe, tejas, maderas de la zona) y favoreció el uso de materiales industriales (cemento, ladrillos de hormigón, barras de acero, techos de plástico o zinc, etc.), que tienen un alto impacto medioambiental por su huella de carbono y no contribuyen con la economía local.

Muchas empresas de construcción privadas empezaron a vender casas nuevas llave en mano, adaptando su oferta al subsidio máximo que recibían las familias afectadas (6.000 dólares). La mayoría de estas casas tenían alrededor de 35 a 45 metros cuadrados, 2,4 metros de altura, cocina, baño y dos habitaciones pequeñas, por lo que resultaban diminutas e inadecuadas para el clima del lugar o los hábitos culturales de las comunidades. Muchas personas que podrían haber reparado sus casas existentes con asistencia técnica sin fines de lucro, siguieron las recomendaciones de empresas privadas (y, en ocasiones, de los gobiernos locales o los vecinos) y destruyeron sus casas para comprar las otras más pequeñas. Se podrían haber salvado miles de construcciones tradicionales.

Contra la corriente: recuperación de materiales locales y de la arquitectura vernácula postsismo

En este contexto, algunas organizaciones mostraron un interés específico en la preservación de la arquitectura vernácula de cada aldea y pueblo, en lugar de la destrucción y el reemplazo por construcciones estandarizadas o autorreconstruidas, o incluso reparadas, pero sin integrar técnicas antisísmicas. Varias asociaciones civiles y universidades de México ayudaron a las comunidades afectadas con la reparación o reconstrucción de casas tradicionales, para respetar las identidades culturales de las personas residentes y empoderarlas en este proceso difícil de restauración de sus medios de vida y hábitats. Algunas de estas organizaciones son Comunal, Cooperación comunitaria, la universidad ITESO y Programa Vaca.

Programa Vaca se postuló para los Premios Mundiales del Hábitat de 2021 con un proyecto de reconstrucción de cuatro casas en Santiago Niltepec (en la región de Tehuantepec del estado de Oaxaca), que benefició directamente a 18 personas, además de al resto de los miembros de la comunidad y a los voluntarios que participaron en esta iniciativa solidaria.

El proyecto de VACA fue seleccionado como uno de los ocho finalistas por su trabajo sobresaliente tanto en el proceso participativo como en los esfuerzos por adaptar la arquitectura vernácula y los materiales locales para una reconstrucción adecuada de las viviendas. Con su plantilla acotada de integrantes, y la participación de voluntarios y de las personas beneficiarias, VACA demostró que es posible concebir y construir casas hermosas, a precios por metro cuadrado mucho más bajos que los de las empresas privadas. A pesar de su escala pequeña, el trabajo de VACA en Santiago Niltepec recibió un Premio de Bronce como reconocimiento de la importancia otorgada a la función social de la arquitectura y el diseño. No se trata únicamente de reconstruir casas, sino de recuperar los conocimientos locales y los valores de solidaridad, promover la igualdad de género y la dignidad humana, y lograr una buena calidad de vida para los residentes.

Estos elementos son cruciales para ayudar a las comunidades y a las personas a recuperarse de la situación traumática posterior a una catástrofe, y esperamos que el proyecto sea una fuente de inspiración para procesos de reconstrucción futuros.

Imagen: Arturo Gomez


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