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Actualmente, estamos trabajando junto a Council of Minorities en una iniciativa liderada por la comunidad en antiguos campos de refugiados en Dhaka, Bangladesh. Khalid Hussain es uno de los principales activistas, responsable de inspirar y llevar adelante esta tarea. En esta edición, Elena Garcia, Hannah Sholder y Mariangela Veronesi nos cuentan la vida de Khalid, desde su nacimiento en el campo hasta sus estudios en diferentes lugares del mundo para poder desempeñar su rol actual en la comunidad.

En general, los campos de refugiados se establecen como lugares provisorios para alojar a personas que deben trasladarse de manera urgente desde otros territorios en conflicto. Sin embargo, la realidad es que, muchas veces pueden convertirse en asentamientos estables y funcionar como hogares para estas personas durante años o, incluso, décadas. Algunos campos muy conocidos que han albergado a varias generaciones son los asentamientos palestinos — establecidos en 1948 — y los campos de refugiados saharauis, en Argelia — establecidos en 1975.

Pero existen otros de los que se sabe muy poco a nivel internacional. Un ejemplo de estos son los campos biharis, en Bangladesh, que alojan a cientos de miles de personas desde hace casi 50 años.

¿Quiénes son los biharis y cómo es su historia?

Los biharis son una comunidad musulmana minoritaria, de lengua urdu, originaria de India. Se mudaron a Pakistán Oriental en 1947, tras la división de India y Pakistán. Después de la guerra civil por la independencia, a raíz de la cual Pakistán Oriental pasó a ser Bangladesh en 1971, sus propiedades se confiscaron y se los confinó a una serie de campos en todo el país, en los que muchos de ellos permanecen en la actualidad. Durante décadas, los biharis se consideraron “apátridas”, ya que ni Bangladesh ni Pakistán los reconocían como ciudadanos. Pero, finalmente, en 2008, un tribunal supremo les reconoció la nacionalidad bangladesí.

No obstante, este cambio de situación legal no se reflejó en las condiciones de vida: los biharis siguen hacinados en viviendas precarias, y sus oportunidades son limitadas.

En 2019, empezamos a apoyar un proyecto innovador dirigido por una ONG local de derechos humanos — Council of Minorities —, que trabaja para mejorar las vidas y las perspectivas para los biharis. Este proyecto comunitario se diseñó para brindar asistencia a los residentes de dos asentamientos biharis en las periferias de la capital, Dhaka, e incluye planes ambiciosos para garantizar la tenencia permanente de las tierras para los residentes, así como oportunidades para que mejoren estos asentamientos.

Detrás de todo gran proyecto hay equipos y personas inspiradoras, y esta no es la excepción. Khalid Hussain es una de ellas: se desempeña como director de coordinadores comunitarios, es abogado y creció en el campo Ginebra, el más grande —allí viven más de 25.000 personas— y más significativo desde el punto de vista político, ya que se encuentra a unos pasos del Parlamento Nacional.

Crecer en el campo de refugiados Ginebra

La vida de Khalid empezó en 1981, en un una choza de ocho metros cuadrados en el campo de refugiados Ginebra, que compartía con sus cinco hermanos, sus tres hermanas y sus padres. En ese momento, diez años después de la guerra civil, los residentes del campo se seguían percibiendo, de forma generalizada, como “paquistaníes abandonados”, y no se consideraban a sí mismos como parte de la nueva nación de Bangladesh.

Según Khalid:

Los esfuerzos oficiales de ‘repatriación’ [hacia Pakistán] fueron limitados, y prácticamente todos aquellos que querían ir tenían que arreglárselas por su cuenta para que alguien los ‘pasara de contrabando’ a pie a través de India. En los campos vivían agentes/contrabandistas famosos, que cada una cierta cantidad de meses hacían un viaje. Las personas los admiraban mucho porque vestían a la moda, con trajes ‘kabuli’. El costo para conseguir los pasaportes falsos y pagarles a los contrabandistas era muy alto, y mucha gente moría en el camino”.

Uno de los hermanos de Khalid emigró por esta vía terrestre, y otros tres lograron hacer el viaje por vía aérea— una opción mucho más segura para quienes podían pagarla.

“Después de un tiempo, había menos gente en casa, lo cual de niño me puso contento. Pero, a la larga, cuando el gobierno de Pakistán comprendió la magnitud de las operaciones del contrabando, dejó de ofrecer visas y puso fin al asunto [en 2005]… Muchísimas familias, incluida la mía, quedaron divididas”.

Desde muy pequeño, Khalid se dio cuenta de que la educación era la única manera de salir de la pobreza. Si bien a su familia le costaba mucho pagar la escuela, él estaba determinado a continuar con sus estudios.

“Mi mamá se enteró de una organización estadounidense llamada World Vision que patrocinaba los gastos de escuela de niños pobres: ellos pagaban el 75 por ciento de la matrícula y también compraban el uniforme. Mi madre presentó una solicitud y me aceptaron. Ese fue el primer punto de inflexión de mi vida”.

Sin embargo, surgió el problema del idioma: en la escuela nueva se hablaba bengalí, y en el campamento, urdu e inglés.

“Los [otros] alumnos empezaron a burlarse de los alumnos del campo, y a molestarlos y acosarlos; a tal punto que casi todos dejaron de ir. Solo quedamos yo y algunos más”.

La vida de Khalid toma un nuevo rumbo

Después de la escuela secundaria, Khalid se inscribió en una escuela superior de comercio, pero luego decidió que este no era el mejor camino a seguir, ya que quería ayudar a su comunidad. Durante sus estudios universitarios, en 2006 se cambió a la carrera de Derecho.

En 2008, desde la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) invitaron a Khalid para que participara en un programa de tres meses en Ginebra, Suiza, para estudiar normativa sobre derechos humanos y protecciones para minorías.

“Ese fue el segundo punto de inflexión para mí. Trabajé con otras cuatro personas, todas representantes de diferentes minorías: la de Sij en India, la de los gitanos en Ucrania, la de los rusos en Azerbaiyán, y la de los afganos hazaras. La situación de todos ellos era mucho más favorable que la mía, todos provenían de familias adineradas. Nos dieron una beca mensual — mi familia y yo nunca habíamos visto esa cantidad de dinero —, y yo me propuse ahorrar todo lo que pudiera”.

El dinero que ahorró y llevó de vuelta a Bangladesh después de pasar tres meses en Suiza fue transformador para él y su familia. Le permitió dar los primeros pasos en su carrera y trabajar por los sueldos bajos que ofrecían las ONG. En 2009, se convirtió en el primer abogado de su comunidad nacido en un campo de refugiados. Luego, en 2013, estableció oficialmente la organización Council of Minorities.

“Recuerdo que cuando estaba en la ACNUDH me decían que las minorías debían mantenerse unidas. Ese fue el disparador para la idea de conformar Council of Minorities. Además del trabajo de liderazgo, la organización se enfoca en los derechos humanos y de la ciudadanía, y en tareas relacionadas con documentación y el cumplimiento de las normativas, para las que nos asociamos con la ONG Namati”.

Nuevas esperanzas para los campos biharis

Desde 2013, Council of Minorities y Namati ayudaron a emitir 12.000 certificados de nacimiento, y brindaron asistencia a muchos residentes de los campos para solicitar pasaportes y licencias para ejercer el comercio.

Tras obtener los derechos de ciudadanía y trabajar para documentarlos, Khalid y su equipo se dieron cuenta de que la mejor batalla que podían dar a continuación era aquella por la rehabilitación física y la integración social de los residentes del campo. En los 116 campos que existen en Bangladesh viven más de 300.000 personas, en gran parte, debido a barreras económicas, pero también por discriminación social.

“Desde que obtuvieron la ciudadanía bangladesí, recientemente, son más vulnerables a los desalojos. Todos estos años, se les permitió permanecer en las tierras de los campos debido al ‘desplazamiento interno’ que habían sufrido. Técnicamente, esto ya no es así. La comunidad debe encontrar su propia solución, y, mediante este proyecto nuevo, estamos trabajando para que los residentes se unan y se capaciten”.

Ya realizaron una serie de grupos focales y un mapa base como punto de referencia. El próximo paso es realizar un trabajo detallado de encuesta, e investigar la legalidad de diversos modelos de propiedad de la tierra, como el fideicomiso de tierras comunitarias. Esto permitirá la perpetuidad de los títulos sobre las tierras y el desarrollo de infraestructura y viviendas para los residentes de los campos.

“Con la garantía de la tenencia, la comunidad ya no tendrá miedo a las amenazas de desalojo y podrá ir haciendo mejoras incrementales… Este es el objetivo principal del proyecto”.

Agradecemos a Hannah Sholder, Investigadora Principal del Proyecto de Desarrollo Comunitario para Campamentos Biharis de Lengua Urdu y becada de Fulbright en Bangladesh en 2009-2010, por la entrevista a Khalid.

Imagen: Mohammad Rubel (en la foto, Khalid es la segunda persona de derecha a izquierda) 


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