Gowri vive con su esposo y sus cuatro hijos en la aldea koraga Matter.
En 2005, adquirí la titularidad de un acre de tierra para agricultura. Vivíamos en el límite de la aldea, en una pequeña choza. Ahora, mediante la lucha por la tierra, obtuvimos un terreno como propiedad de familia, y construimos una casa decente, que refleja nuestra forma de vida con dignidad.
Antes, la gente recibía tierras sin costo a cambio de cultivarlas. Los miembros de pueblos tribales también podrían haber solicitado títulos de tierras. Pero la noción de propiedad individual permanente de las tierras estaba muchísimo más allá del pensamiento de la mayoría de las tribus, ya que básicamente, éramos cazadores y recolectores. Para cuando entendimos la necesidad de adquirir títulos formales sobre la tierra, habíamos perdido la oportunidad de reclamar tierras que podrían haber sido consideradas nuestras por derecho. De hecho, vivíamos una vida de esclavitud; nos compraban y vendían junto con la tierra.
Hoy luchamos para apoyar y garantizar que todos los koraga reclamen su derecho a la tierra para sobrevivir de forma decente y digna, ya que la tierra tiene una relación inextricable con la dignidad.
Antes de que se nos asignaran tierras, trabajaba como empleada en las casas de personas de castas superiores. Nos trataban como “intocables”. Trabajábamos muchísimas horas; era una lucha constante y dolorosa para sobrevivir.
Participo activamente en la lucha por la tierra desde 1995. Sin embargo, los límites se delimitaron recién en 2010, después de la encuesta de identificación de las tierras. Mi familia se estableció en este pedazo de tierra que reclamamos. Participé en el programa de divulgación de Samagra Grameena Ashram (SGA) y Koraga Federation por infraestructuras terrestres. La asistencia del Proyecto para el Desarrollo Tribal Integrado (ITDP) nos ayudó con la nivelación de la tierra, la delimitación, un pozo de agua para irrigación y para beber, y un camino de acceso. Hoy, cultivo y soy propietaria de 60 plantas de jazmín, 10 palmas de nuez de areca y 15 cocoteros.
Al igual que yo, otras tres mujeres —Geetha, Susheela y Ammanni— se volvieron a asentar en nuestra aldea. Me enorgullece decir que la adjudicación de este terreno fue un antes y un después en mi vida para poder salir de la opresión. ¡Ahora soy autosuficiente!
Geetha, de 40 años, vive en la aldea Mattar. Está casada con Shekar y tiene cuatro hijos.
Hoy puedo decir con orgullo que soy propietaria de mi terreno; tengo un acre de tierra y construí una casa decente para vivir. Esto fue posible gracias al esfuerzo de SGA, ActionAid y Koraga Federation. Antes de adquirir los derechos de propiedad sobre la tierra, vivíamos en la aldea de Yellur. Como no teníamos tierra, trabajábamos como agricultores en el campo de un terrateniente que pertenecía a una casta superior. Trabajábamos bajo el régimen de servidumbre por deudas.
Desde que SGA y Koraga Federation están presentes en nuestra aldea, he participado de forma activa en trabajos de desarrollo, en particular, en la lucha por la tierra de 1995. Me gustaría compartir aquí un incidente que tuvo lugar en 1998 y me marcó de por vida. De acuerdo con la práctica cultural, cuando una persona de la familia de la casta superior moría, era obligación y responsabilidad de un miembro de la tribu koraga tocar tambores y encender explosivos. La creencia era que los malos actos de la persona fallecida se transferirían de forma simbólica a la comunidad koraga.
Ese día, Kapira, uno de nuestros vecinos, se dirigió a llevar a cabo este ritual y murió mientras preparaba el explosivo. La muerte de Kapira me estremeció terriblemente, ¡quedé en estado de shock! Todos los koraga nos reunimos para hablar y reflexionar sobre la gravedad de esta práctica. Decidimos alzar nuestras voces colectivamente para detenerla, e iniciamos un movimiento con el asesoramiento y el apoyo de miembros de ActionAid, SGA y Koraga Federation. Todos los integrantes de nuestra familia se involucraron y ocuparon roles de liderazgo para organizar a las personas y ayudarlas a abandonar esas prácticas y creencias.
Después de este incidente traumático, mi marido y yo quisimos dejar de trabajar en el campo del terrateniente, pero no teníamos un medio de vida alternativo y por lo tanto, continuamos.
Durante este período crucial, SGA y el movimiento por los derechos sobre la tierra del pueblo koraga nos dieron esperanzas. Ejercimos nuestros derechos y adquirimos un acre de tierra en Shirva.
Nos llevó entre dos y tres años preparar la tierra para el cultivo. Con la asistencia del Programa para el Desarrollo Tribal Integrado, ya hemos nivelado y delimitado el terreno, obtuvimos agua para beber, y construimos un camino de acceso y una casa nueva.
Ya no somos trabajadores agrícolas, ¡ahora somos los que cultivamos! Nuestro medio de vida depende del cultivo de jazmines y la venta de flores.
Hoy mi familia está establecida, es independiente y dirige su propia vida de manera autosuficiente.
Bogra tiene 50 años y es miembro de Koraga Federation.
Siempre tuve la creencia de que la práctica del ritual del Ajalu era un mandato de Dios sobre nuestras vidas. Pero la muerte de mi amigo mientras llevaba a cabo un ritual de Ajalu me hizo ver que nuestra comunidad koraga estaba perdiendo vidas en vano y que la religión no tenía nada que ver con eso. Hoy, nuestra lucha incansable por una vida de dignidad culminó con la promulgación de una ley que prohíbe la práctica del Ajalu.
Mi vida era muy angustiante, nos obligaban a comer alimentos mezclados con pelo y uñas de personas de castas superiores, junto con otras sustancias no comestibles. Según ellos, mediante prácticas de este tipo absolvían sus pecados. Sin embargo, SGA y ActionAid nos hicieron ver la opresión detrás de este sistema de castas, y nos guiaron para defender nuestra postura de que la práctica del Ajalu no era nuestra obligación, sino un ritual que se había propagado para oprimirnos. Estuve al frente de la campaña de concientización que lideraron nuestra comunidad y SGA, y gracias a esto abrimos los ojos y pudimos entender el hecho de que ese Ajalu era una violación de los derechos humanos. Movilicé a la comunidad para que dejaran de practicar el Ajalu, especialmente el humillante ritual de correr por los campos como búfalos, antes de iniciar la Kambala (una tradicional carrera anual de búfalos que celebran las comunidades agrícolas en la región costera de Karnataka).
El impulso para lograr la promulgación de una ley que prohibiera la práctica del Ajalu tuvo sus frutos recién cuando todos los líderes de la comunidad empezaron a participar de forma activa en la campaña, que terminó siendo un punto de inflexión para este movimiento en contra del Ajalu. Como consecuencia de nuestra lucha incansable, se promulgó la abolición del Ajalu. De acuerdo con la Ley Koraga de Karnataka (Prohibición de la Práctica del Ajalu), 2000, tratar a los koraga como seres humanos inferiores y obligarlos a practicar diversos rituales Ajalu hoy es un crimen. El incumplimiento de cualquier cláusula de la Ley está sancionado mediante prisión por un período de seis meses a cinco años, además de una penalización económica.
Estoy muy feliz y orgulloso de compartir que la nueva generación se liberó por completo de esta práctica inhumana del Ajalu.
Dogu adquirió un acre de tierra en la aldea de Brahmavar, en el distrito de Udupi, con el apoyo de SGA.
Yo era un koraga sin tierra, pero soñaba con cultivar mi propia parcela. Sin embargo, labraba la tierra de otra persona para ganarme la vida. Ahora ya no dependo de nadie, ¡ni siquiera de mis hijos! Soy autosuficiente gracias a los árboles que planté en mi terreno, lo son todo para mí.
En 2003, el movimiento de la Federación de Asociaciones para el Desarrollo Koraga por los derechos sobre la tierra hizo posible la asignación de tierras en el distrito de Udupi. Se me asignó un terreno y pude reclamar mi derecho sobre la tierra.
¡Mi sueño de ser terrateniente se hizo realidad!
Trabajé muy duro durante casi un año para preparar el terreno, que estaba infestado de yuyos y maleza, y dejarlo listo para cultivar.
Recuerdo que la primera plantación trajo la exótica fragancia natural del jazmín. La Federación me entregó las plantas. A medida que los días fueron pasando, mis réditos y mis ingresos aumentaron, gracias a la venta de jazmines. Yo creo en el trabajo duro y la determinación, empecé a plantar más árboles en mi terreno de un acre. Les sorprenderá saber que ahora tengo 30 cocoteros, 30 plantas de banana, 30 palmas de nuez de areca y más de 50 arbustos de jazmín. Entre los árboles y arbustos hay plantaciones de batata, berenjena, frijoles y melón amargo. Yo preparo el abono y riego todas las plantas con agua del pozo.
Aunque soy analfabeto, mi trabajo duro y mi determinación me permitieron tener éxito. Ojalá mis compañeros de comunidad también puedan independizarse económicamente mediante el cultivo de sus tierras. Yo pienso que es mejor trabajar en nuestras propias tierras que llevando carga en la cabeza para un trabajador por jornal, ya que de esta manera somos nuestros propios patrones.
El campo me ha dado tanto. No tengo ningún ahorro, pero lo más importante es que no tengo ninguna deuda. ¡Vivo con dignidad!
Shakunthala tiene 52 años y actualmente es presidenta de SGA.
El apoyo de SGA ha sido muy significativo. Mis dos hijos están muy bien posicionados en la vida. El mayor, Sandeep, obtuvo su título de maestría en física y está trabajando como asistente de investigación en el Instituto de Tecnología de Manipal, una prestigiosa institución en Manipal, distrito de Udupi. Mi otro hijo, Sathish, terminó su maestría en Tecnología (MTech) y está trabajando como ingeniero de software. Mi esposo trabaja de manera autónoma. ¡Tenemos una familia exitosa y feliz!
Antes, mi marido trabajaba por jornal y era alcohólico. Me preocupaba que nuestra comunidad se extinguiera. Aún recuerdo la época en que trabajaba como barrendera en un hospital para ganarme la vida a duras penas. Fui testigo de muchas muertes de niños pequeños por falta de alimento, y de mujeres embarazadas y madres en período de lactación por desnutrición. Nuestra vida era pura desgracia. Yo pedía las sobras de comida de otras casas para alimentar a mi familia. Si quedaba algo, lo guardábamos para el día siguiente. Esto fue así hasta mis 37 años.
Cuando SGA llegó a nuestra aldea marcó un hito. Dedicaron días y noches a hacernos ver la opresión histórica y las injusticias que enfrentábamos.
Nos hicieron conocer nuestros derechos como humanos.
Insistieron hasta el cansancio en que la única herramienta de transformación es la educación, para liberarnos de la “intocabilidad”, la discriminación y el subdesarrollo.
El trabajo de SGA en nuestra comunidad fue una inspiración para mí. Me aseguré de que mis dos hijos se inscribieran en la escuela. Participé activamente en todos sus trabajos de desarrollo. Lideré las luchas por la tierra y el desarrollo humano. Crecí gracias a su asesoramiento. Ahora, como Presidenta de SGA, tengo la responsabilidad de trabajar por un mañana mejor para nuestras generaciones venideras. Mi familia no fue la única que pudo dejar atrás los recuerdos dolorosos del pasado, toda la comunidad está avanzando y reescribiendo la historia. Hoy nadie se atreve a explotarnos, discriminarnos ni despreciarnos como Comunidad Koraga.