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“Nuestra increíble falta de conciencia colectiva sobre la importancia de los humedales hizo que se convirtieran en el ecosistema más amenazado a nivel mundial. Nuestro futuro tiene una relación directa con estos ambientes naturales…” – Martha Rojas Urrego, Secretaria General de la Convención de Ramsar.

Los humedales son áreas de tierra cubiertas de agua de forma permanente o estacional, que funcionan como filtros de agua naturales y son fuentes esenciales de alimento para millones de personas de todo el mundo. Su importancia también es vital para mitigar los efectos del cambio climático, debido a su rol como limitadores de carbono en la atmósfera.

El Pantanal que se expande a lo largo de las fronteras de Brasil con Bolivia y Paraguay es uno de los humedales más grandes del planeta. En esta región se observan sequías e inundaciones anuales, debido al ciclo de crecidas y bajadas del agua. Esto hace que las condiciones de vida sean extremadamente vulnerables para miles de familias que habitan la región.

Dichas familias también tienen un rol importante en la conservación. Como dice Victoria Tauli-Corpuz, relatora especial de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas, “los pueblos indígenas y las comunidades locales son los mejores guardianes de las tierras y los bosques de los que dependemos para tener un clima estable”.

Una comunidad indígena —São Lourenço— trabajó junto a la ONG brasileña ECOA (Ecología y Acción) para desarrollar casas adaptadas con materiales reciclados y tecnologías de bajo costo, diseñadas para hacer frente al impacto de eventos climáticos extremos en regiones de humedales. Elevadas del suelo para protegerse contra inundaciones y el ataque de animales, pueden montarse en ocho días, y desmontarse rápidamente y con facilidad en caso de cambios ambientales o de una advertencia de un evento climático significativo. El Proyecto de Casas Adaptadas benefició a toda la comunidad, conformada por más de 100 personas, gracias al acceso a viviendas, saneamiento, agua para beber y energía solar. Todo esto, a pesar del enorme desafío que implica la situación de aislamiento extremo: solo se puede llegar a la comunidad en barco desde la ciudad más cercana, Corumbá, tras un recorrido que lleva al menos 28 horas.

 

Joana Batista Gomes, “madre de todos”, tiene 43 años y siempre vivió en Pantanal, donde crió a sus hijos. También cuida a los alumnos de la escuela comunitaria local en la que trabaja como celadora. Las raíces de su comunidad siempre estuvieron en los humedales de Pantanal, y está convencida de que la vida allí mejoró drásticamente gracias al Proyecto de Casas Adaptadas.

“Quienes vivimos aquí enfrentábamos la dura realidad de que nadie supiera sobre nuestra existencia, los problemas que teníamos… Ahora, nuestra vida es más digna. Hemos logrado muchas cosas, y la gente empezó a respetarnos y a vernos como humanos que viven a la orilla de este río.”

Hace unos años, una inundación arruinó la comunidad. No podían reconstruir sus casas, porque volverían a inundarse y el agua devastaría la zona nuevamente.

“Cuando el Proyecto de Casas Adaptadas llegó a la comunidad, cambió todo. Ya no nos preocupamos por las crecidas. Antes, todos los días nos preguntábamos: ‘¿Vendrá el agua? ¿Se llevará todo?’. Ahora sentimos que podemos empezar de cero. La casa es un nuevo comienzo para nosotros. Llevó mucho tiempo poder concretar las Casas Adaptadas, pero con muchísimo esfuerzo de los miembros de la comunidad, ECOA y el Ministerio Público, lo logramos.”

La comunidad acaba de recibir un documento —un Término de Autorización para el Uso Sostenible— que detalla su derecho a vivir de forma permanente en la región. Para quienes alguna vez sufrieron desalojos y enfrentaron dificultades para permanecer en sus territorios, este es un paso importante.

“Además de casas adecuadas, logramos obtener derechos de acceso al territorio, actividades que generan ingresos, educación y otros recursos. Otro beneficio es que ahora también tenemos electricidad —no solo las casas, también la escuela comunitaria. Los profesores me dijeron que esta fue la mejor noticia que podrían haber recibido.

 

Manoel Santana es un pescador tradicional, que vivió muchos años a orillas del río antes de recibir una Casa Adaptada. El diseño de su casa se modificó para su esposa, que usaba una silla de ruedas.

“Mi familia y yo teníamos que mudarnos constantemente por las inundaciones. Pero, afortunadamente, mi esposa y yo fuimos seleccionados por los miembros de la comunidad para tener una de las primeras unidades del Proyecto de Casas Adaptadas. Esto se debió, principalmente, a que ella tenía 107 años —la mujer más anciana de la comunidad— y muchos problemas de salud.”

 

Otra residente, Maria, también cuenta que ya no se preocupa por las inundaciones.

“La casa nos cambió la vida. Ya no tenemos que preocuparnos por si vendrá el agua y se llevará todo. Estamos haciendo reformas, la estamos agrandando, pero ya estamos muchísimo mejor. Ahora, con luz, puedo trabajar de noche, hacer algunas cosas para vender y tener un ingreso alternativo. También es mucho más seguro.”

Con la amenaza de la crisis climática, la preservación y la protección de las regiones de humedales es cada vez más urgente — así como garantizar los derechos y la dignidad de las personas que dependen de estos.

Queremos conocer más proyectos que tengan un impacto positivo en la vida de las comunidades a la vez que abordan la emergencia climática y la sostenibilidad ambiental — postúlese para los Premios Mundiales del Hábitat 2020 hasta el 23 de marzo.

 


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