Basket Mi cesta

English | Français
Search

A fines del año 2020, World Habitat otorgó su primer Premio a la Contribución Destacada en Vivienda a TECHO, una organización latinoamericana liderada por jóvenes. Elena Garcia y Ed Melia analizan el trabajo inspirador que TECHO realiza en 18 países y que ilustra exactamente por qué son los primeros ganadores de este nuevo premio.

Katerine nació hace 31 años en Manizales, Colombia. Actualmente, trabaja en el área de salud en Bogotá, y durante los últimos cinco años se desempeñó en diversos roles relacionados con igualdad de género, poblaciones vulnerables, estudios sociales y análisis de política pública. Estudió Ciencias Políticas y realizó una Maestría en Política Pública, ambas carreras con becas completas. Sin embargo, su vida antes de todo esto era muy diferente.

Creció junto a sus seis hermanos en un barrio de bajos ingresos ocupado por pandillas que asesinaban a niños y adolescentes. Muchas de sus vecinas y compañeras de la escuela fueron madres a los 13, 14 y 15 años. Vivió en un hogar violento, colmado de abuso verbal, físico y sexual. Las drogas también tuvieron un grave impacto sobre uno de sus hermanos.

“Entre 2001 y 2007, conocimos por primera vez y abrazamos la pobreza extrema, aquella que trajo consigo vivir nueve personas en una habitación de cuatro metros cuadrados, con conexión irregular a la luz, sin servicio sanitario y agua. Eso implicaba hacer nuestras necesidades fisiológicas en los matorrales, cargar agua para lavar la ropa, bañarnos y cocinar”.

Durante esos seis años, perdieron su casa tres veces debido a los daños provocados por catástrofes, en gran medida, porque el techo estaba construido con plástico, latas quebradas y palos, y las paredes eran de madera, esterillas y cartón. En una ocasión, la casa colapsó, y Katerine y su abuela casi mueren aplastadas.

“La pobreza extrema significa más que carencias materiales, trasciende la dignidad de las personas. En mi caso, una de sus implicaciones fue perder a mi hermana menor cuando tenía dos años de edad, a quien entregamos en adopción por nuestras carencias económicas. Además, también significó el abuso sexual de dos de mis hermanas menores y yo a tempranas edades, debido al hacinamiento crítico en el cual vivíamos. Además, mi madre, durante más de veinte años, practicó la mendicidad y ejerció la prostitución para poder alimentarnos”.

En ese momento, Katerine conoció TECHO y, al igual que ocurrió con un sinfín de otras personas de toda América Latina y el Caribe, su vida empezó a transformarse.

El impacto de TECHO

TECHO comenzó como un proyecto individual en Chile, en 1997, y hoy es la organización de vivienda más grande de América Latina. Los logros que obtuvieron son asombrosos. Actualmente, trabajan en 18 países, construyeron más de 135.000 casas, y llevaron adelante más de 700 proyectos de infraestructura en más de 600 comunidades, con el apoyo de más de un millón de voluntarios. Todo esto, en menos de 25 años.

Lo que World Habitat considera notable sobre TECHO es que representa una combinación de escalabilidad, transferibilidad y capacidad de adaptación a múltiples contextos y entornos. No solo han concretado una gran cantidad de trabajos, también lograron influenciar políticas de vivienda en el espectro político latinoamericano, tan amplio, diverso y cambiante. Parte de su éxito se basa en la independencia operativa que se les otorga a los equipos de cada país. Esto le garantiza a TECHO la eficacia en países tan diversos como Haití y Uruguay.

Pero también se debe a su capacidad de inspirar y motivar a las comunidades locales, que es igual de sorprendente.

“TECHO ha tenido un impacto enorme, no solo en la provisión de vivienda, sino también al promover la participación de personas jóvenes en la búsqueda de soluciones para los problemas relacionados con la vivienda en América Latina”, afirma Mariana Gallo, Líder de Programa (Premios) en World Habitat. “El trabajo que llevaron a cabo con más de un millón de voluntarios evidencia la capacidad asombrosa que tienen de involucrar y motivar a las personas, generar un sentido de solidaridad y unir a las comunidades en pos de un único objetivo integrador”.

Sus orígenes son una muestra de cómo pueden desarrollarse las ideas sobresalientes. Hace 23 años, un grupo de jóvenes estudiantes universitarios, liderado por un sacerdote jesuita llamado Felipe Berríos, empezó a proporcionar viviendas de emergencia en el sur de Chile para familias que vivían en situación de pobreza extrema. Con los años, su trabajo en este país creció, con intervenciones más grandes y permanentes. No conformes con el impacto que estaban teniendo allí, primero llevaron el enfoque a El Salvador y Perú, con el nombre “Un Techo para mi País”, y luego siguieron expandiéndose exponencialmente por toda la región.

Desde entonces, el modelo inicial de provisión de viviendas de emergencia evolucionó e incorporó un enfoque que se centra en fortalecer las habilidades de la comunidad y en mejorar las condiciones de vida. A menudo, esto implica la restauración de comunidades enteras que quedaron devastadas tras terremotos y otras catástrofes, a la vez que se les otorga dignidad, al posibilitar una salida de la inseguridad incontrolable que se sufre al vivir en asentamientos informales —un problema especialmente complejo en América Latina, la región con más desigualdad del mundo.

De hecho, aproximadamente una de cada cinco personas (17 por ciento) —lo que suma un total de 114 millones de personas— viven en asentamientos informales en América Latina, y alrededor de una de cada cuatro personas, en zonas completamente urbanas.

 

Incidencia política

El intercambio de TECHO con las personas y organizaciones de la sociedad —desde gobiernos hasta jóvenes voluntarios— en una gran variedad de contextos ha resultado enormemente satisfactoria.

Durante una Cumbre de Ciudadanos en México en 2018, cuando el actual Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, aún era uno de los candidatos, TECHO y la comunidad lo convencieron de que se comprometiera a realizar un Censo Nacional de Asentamientos. Además, en Argentina, información recopilada mediante el trabajo en red de diversas organizaciones, incluida TECHO, influenció al gobierno para que desarrollara una nueva legislación mediante la que se regularon títulos de propiedad, se suspendieron desalojos y se proporcionó infraestructura y servicios básicos en asentamientos informales.

En Brasil, TECHO trabajó con la Favela Souza Ramos. Esta iniciativa incluyó un proceso legal para evitar el desalojo de los residentes y la implementación de medidas para adquirir los títulos de los terrenos que estaban ocupando. En Chile, llevan a cabo un programa de vivienda social o permanente, en el que el comité comunitario adquiere las tierras y los títulos de los lotes en los que luego se construirán las casas.

TECHO también forma parte de múltiples redes, como el Urban Housing Practitioners Hub (Plataforma de Prácticas del Hábitat Urbano y Vivienda), una plataforma que reúne a más de 40 especialistas en vivienda y planificación urbana de toda América Latina.

Conciencia social y acción comunitaria

En todos los países, TECHO une a los voluntarios y los residentes. Las acciones dependen de las prioridades locales, pero suelen incluir mejoras en el acceso a la educación, infraestructura comunitaria y de servicios, y participación en debates sobre políticas en el ámbito local, nacional e internacional.

Más de un millón de personas se ofrecieron como voluntarias para trabajar en TECHO. Mucha gente que se benefició con las iniciativas de TECHO en el pasado, luego se postuló como voluntaria, al igual que muchos voluntarios, luego se incorporaron como miembros del equipo estable. Los voluntarios son un recurso extremadamente eficaz para incluir el “problema de la vivienda” en la agenda pública, ya que involucra a jóvenes de todos los sectores para que contribuyan con la solución de los desafíos relacionados con la vivienda que enfrentan las personas en situación de pobreza.

Julissa Rivera, una voluntaria de TECHO de El Salvador, dijo:

“Elegí a TECHO para ser voluntaria porque me impactó el tacto y contacto que la organización tiene con las comunidades, la forma en que se trabaja en conjunto con las familias, el hecho de que no solo construya viviendas, sino que también trabaja otros aspectos, aspectos sociales, que hacen que la calidad de vida de las familias mejore, y cómo TECHO da la oportunidad a jóvenes de poder aportar sus conocimientos y aprender.

“Como voluntaria, actualmente desempeño el rol de supervisión de proyectos y logística. Apoyo en la organización de las construcciones y proyectos específicos y ejecución de los mismos. Doy seguimiento a los proyectos de Vivienda y Hábitat desde su planificación, hasta su ejecución y cierre.

“Dentro de todo lo que he aprendido, me gusta resaltar la forma en que mis relaciones interpersonales han mejorado, la forma en que nos comunicamos con las familias, crear relaciones horizontales donde el trabajo no es por ayuda, sino por apoyo y trabajo en conjunto. Eso es algo que he llevado al ámbito laboral y resulta ser muy satisfactorio saber que todo eso es algo que aprendí en TECHO”.

Julissa también valora los conocimientos y la perspectiva que el voluntariado le aportó, con respecto a cómo viven otras personas:

“TECHO me ha hecho una persona mucho más consciente de la realidad que muchas familias viven, realidades que no están tan alejadas de la mía, ya que muchos seguimos luchando por derechos esenciales que nos han sido violentados, pero las familias en asentamientos tienen una lucha mucho más extensa e intensa que la de nosotros como voluntarios. He aprendido a reconocer mis privilegios y a convertir mi indignación en acción.

“Aunque estemos en el mismo lugar, demográficamente hablando, no significa que todos contemos con los mismos derechos y oportunidades, y como ciudadanos debemos luchar por que todos podamos tener los mismos recursos y acceso a oportunidades”.

 

Los residentes acompañan el trabajo de los voluntarios, y ayudan a levantar sus casas. Los sistemas de construcción deben ser simples para que tanto los voluntarios como las familias puedan participar en el proceso. Sin embargo, en algunos casos, se requieren los servicios de mano de obra capacitada para realizar tareas más complejas. También, deben adaptarse a las técnicas locales. Por ejemplo, el nuevo modelo de vivienda de Haití, con “cruces de San Andrés”, prioriza el origen local de los materiales, y la resistencia a terremotos y huracanes.

Fábrica Social (FS) es una iniciativa social iniciada por TECHO Argentina, que, después de establecer dos centros de producción en 2012, redujo los costos de vivienda en un 10 por ciento. Ofrece empleos permanentes a los residentes de asentamientos informales y mejora la calidad de los productos, al tener en cuenta las opiniones de los usuarios. Fábrica Social trabaja con el equipo de investigación y desarrollo de TECHO de Argentina para ofrecer soluciones que se adapten a las necesidades de las comunidades y a los estándares y las normativas de la Secretaría de Vivienda de la Nación. Esto ya se está implementando en al menos dos países más.

Medioambiente

En Argentina, TECHO y Fábrica Social también desarrollaron un proceso para utilizar placas ecológicas recicladas (ECOPLAK) como revestimiento externo. Este se basa en los envases de tetra pack, un material resistente al agua con buen rendimiento térmico, que funciona como aislante acústico de hasta un 70 por ciento. Presenta el índice de contaminación ambiental más bajo, y es resistente a microorganismos e ignífugo. Hasta la fecha, se utilizaron 1.000 toneladas de materiales de celulosa y plástico desechados para viviendas sociales, y pueden usarse 8.000 toneladas por año. Además, se estima que cada casa reemplaza 800 kg de madera por material reciclado. Adidas, SC Johnson y Colgate donan materiales para reciclar, y el Instituto Argentino del Envase (IAE) respalda todo el proceso.

Si bien las casas se hacen, principalmente, con madera, si esta se obtiene de bosques sostenibles, tiene una huella ecológica baja. Se solicita a cada proyecto que garantice que sus proveedores cumplan con normativas legales y técnicas para la venta de madera. Si es posible, la madera cuenta con una certificación del FSC. Algunos proyectos también se enfocan en un mejor uso de los recursos, especialmente del agua, por ejemplo, mediante la instalación de baños secos, la captación de agua de lluvia o su tratamiento para convertirla en agua potable.

Existen planes para poner en marcha iniciativas similares a Fábrica Social en Chile, Colombia, México y Paraguay.

 

Respuesta a la COVID-19

La COVID-19 puso en evidencia que las personas que viven en asentamientos informales son extremadamente vulnerables. TECHO incrementó su respuesta de emergencia para brindar asistencia a 519 comunidades más, mediante la distribución de alimentos y artículos de higiene, de acuerdo con las restricciones locales para satisfacer las necesidades urgentes. Solo en 2020, se llegó a 1.031.940 personas.

Los equipos locales brindaron información verificada a las comunidades, para respaldar las iniciativas de prevención y ayudar a los residentes a acceder a la ayuda proporcionada por los gobiernos locales.

Premio a la Contribución Destacada

David Ireland, Director Ejecutivo de World Habitat, explica con claridad por qué TECHO es la primera organización en recibir un Premio a la Contribución Destacada en Vivienda.

“World Habitat reconoce con un premio a las mejores iniciativas de vivienda, y luego, ayuda a transferir esas soluciones a las personas y comunidades que más las necesitan. En TECHO, han desarrollado viviendas excelentes de manera consistente, y lograron una eficacia única para transferir los resultados a miles de familias y comunidades de todo el continente. Son una inspiración para las organizaciones de todo el mundo, y muestran que es posible hacer cambios transformadores a gran escala para mejorar las vidas de las personas que necesitan una vivienda con urgencia”.

La escala del trabajo de TECHO no es el único aspecto que sorprende. Las vidas de millones de personas a las que ayudaron y dieron la seguridad de tener una casa se transformaron. La historia de Katerine es solo un ejemplo.

Cuando Katerine conoció TECHO

En 2007, Katerine escuchó hablar de TECHO por primera vez. En octubre de ese mismo año, en solo tres días, TECHO construyó su primera casa en Manizales, su ciudad de origen.

“Era mi casa. Fueron días cargados de ilusión, de emoción, de confianza y de esperanza, porque esta casa nos devolvió la dignidad humana que un día nos había sido arrebatada. Fue muy importante haber hecho parte de la construcción de nuestra casa, porque vimos cómo cada cimiento, cómo al poner cada teja, se convertía en lo que, de ahí en adelante, sería un hogar digno para nosotros.

“Las casas de TECHO son de emergencia. Sin embargo, para nuestra familia significó mucho más que eso. Significó abrazar por primera vez una vivienda propia y digna. Significó confianza, amor, unión familiar y decir ‘No más’ a los abusos sexuales. La casa de TECHO significó poder seguir soñando y decir ‘Sí, podemos’ y seguir hacia adelante”.

Para Katerine, la ayuda de TECHO fue transformadora. Le permitió tener una casa adecuada y dejar de vivir en un espacio pequeño y hacinado. Pudo concentrarse en su educación, empezar a perseguir sus ambiciones y hacer el trabajo fundamental que hoy realiza en el área de salud de Colombia.

“[La casa] nos devolvió la esperanza, una oportunidad de mejorar la calidad de nuestras vidas. Tener un lugar adecuado para estudiar nos dio la oportunidad de perseguir nuestros sueños. Puedes seguir soñando, siempre hay una posibilidad de seguir avanzando. Poder dormir en paz mientras llueve, sin tener que usar una cubierta de plástico para protegernos de la lluvia que se filtra por el techo representó el principio de la reconstrucción de nuestro hogar como familia”.

Agradecemos a Carol Solórzano y a Juan Pablo Duhalde de TECHO por su colaboración para escribir esta publicación.


Últimas noticias

Ver todos

¡Súmese al debate!