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Conocí a Juan Carlos y a Salvador en su apartamento, escondido en un rincón alto sobre las calles ajetreadas y serpenteantes del barrio gótico de Barcelona. Hablamos sobre por qué esta casa es tan importante para ellos. Me contaron cómo se habían visto obligados a dormir en la calle cuando se quedaron solos después de la muerte de algunos miembros de sus familias, y sobre las condiciones miserables de las habitaciones que pudieron conseguir, plagadas de ratas y cucarachas.

Hoy, su casa es cálida y acogedora. A los 70 y 80 años de edad, siguen teniendo vidas independientes, pero con la tranquilidad de saber que cuentan con el apoyo de alguien si lo necesitan.

Juan Carlos me contó su rutina diaria: una caminata por la mañana para buscar el periódico y volver al apartamento. Una visita de un trabajador social que se asegura de que haya tomado la medicación y de que tenga todo lo que necesita. Es un ratón de biblioteca y me muestra orgulloso su colección, de la que elige un ejemplar para leer después del desayuno y antes de dirigirse al centro de día para socializar un poco y comer.

Todos tenemos derecho a una casa, pero, lamentablemente, en Barcelona, para mucho esto no es posible. Miles de personas experimentan algún tipo de sinhogarismo en toda la ciudad: duermen en la calle o en alojamientos temporarios inseguros. Pero, ¿por qué en una ciudad tan animada y rica hay tanta gente viviendo de manera tan precaria?

Hace una década, la crisis financiera llegó a España pisando fuerte, pinchó en un instante la burbuja de la vivienda y generó desempleo y una imposibilidad cada vez mayor de pagar alquileres e hipotecas. En la actualidad, los precios de las casas están subiendo de nuevo, en especial en Barcelona. El turismo floreciente sigue fomentando el aumento de los precios y expulsando a los residentes, ya que más de un 10 por ciento del parque de viviendas privadas para alquiler se destina al uso temporario. En particular, en las zonas centrales, donde se concentran estos inmuebles, a los residentes locales ya no les alcanza para vivir en la ciudad —desde 2007, el barrio de Juan Carlos y Salvador perdió a casi la mitad de su población para abrir las puertas a turistas.

Para alcanzar los estándares promedio de Europa, se estima que en Cataluña se necesitan 230.000 propiedades de vivienda social. Al mismo tiempo, hay 450.000 casas vacías en toda la región. Si bien la solución puede parecer sencilla, lamentablemente, no lo es. Para empezar, en el sector de alquileres privados se observa una discriminación escandalosa. A las organizaciones benéficas que trabajan con refugiados se les niegan las propiedades. De igual manera, las personas vulnerables con problemas de salud física y mental, las personas ancianas y aquellas que luchan contra problemas de adicción, no pueden acceder a hogares seguros.

Habitat3 está trabajando en este contexto extremadamente desafiante para asegurarse de que todas las personas puedan “disfrutar de una vivienda digna y adecuada”, un derecho previsto como tal en la Constitución de España. Mediante su programa, Viviendas para las Entidades Sociales, esta organización sin fines de lucro busca propiedades vacías para renovarlas y alquilárselas a diferentes organizaciones benéficas de Barcelona. Habitat3 administra los apartamentos y las organizaciones benéficas ofrecen asistencia continua a los residentes, según su área de especialización, por ejemplo, salud mental, abuso de sustancias, discapacidad, violencia de género y migración. A su vez, tercerizan el trabajo de renovación a emprendimientos sociales que capacitan a personas vulnerables y trabajan con ellas, para ayudarlas a desarrollar habilidades para empleos futuros. De esta manera, utilizan asociaciones para proporcionar vivienda y oportunidades de trabajo a los grupos más vulnerables.

Juan Carlos y Salvador viven en su apartamento gracias a Habitat3. No están solos en la lucha, pero sus historias son prueba de que existe una solución y de que este trabajo transforma la vida de las personas de una manera increíble. La organización también se está asociando con diversas municipalidades de Cataluña para replicar su modelo y asegurarse de que las personas más vulnerables de la región tengan acceso a una casa segura. Como ganador de Oro de los Premios Mundiales del Hábitat de 2019, este año Habitat3 recibirá una atención global, lo que le permitirá a la organización inspirar a otras ciudades con desafíos similares, para que asuman enfoques parecidos y empiecen a tratar estos problemas, que no son exclusivos de Barcelona. Como los expresó Leilani Farha, Relatora Especial sobre Vivienda Adecuada de la ONU:

 “Tantas conversaciones sobre vivienda en ciudades de todo el mundo giran en torno a la ironía de que cada vez hay más cantidad de edificios vacíos, mientras el sinhogarismo y la precariedad de la vivienda empeoran. Este proyecto es el tipo de ejemplo que espero que inspire a otras organizaciones y gobiernos locales para que diseñen sus propias estrategias en pos del derecho a la vivienda”.

Y eso es lo que alentaremos, porque el Premio es solo el primer paso de un proceso. Mediante nuestro programa de intercambio de conocimiento, difundiremos el fantástico trabajo de Habitat3 y haremos llegar sus ideas y enfoques donde más se los necesita. Mientras estuve en Barcelona, conocí a muchos residentes de Habitat3. Cuando les preguntaba cómo les había cambiado la vida desde que se mudaron a su propiedad nueva, las palabras que escuché una y otra vez fueron “paz” y “tranquilidad”. En última instancia, no estamos hablando de hacer milagros, sino de garantizar un derecho humano básico a un lugar seguro al que se le pueda llamar hogar.


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