Las heladas temperaturas de este invierno pusieron al sinhogarismo en los titulares. El número registrado de personas que murieron en las calles del Reino Unido subió a 78, más del doble en sólo cinco años. Con un aumento en la preocupación pública, la pregunta sobre qué podemos hacer para ayudar estaba en la mente de muchos de nosotros.
Un artículo del activista Matt Broomfield en la revista ‘New Statesman’ nos urgía a ‘dar dinero directamente e incondicionalmente’ a todas las personas que mendigan, desde la ‘mujer que está totalmente borracha […] hasta el tipo con los dientes podridos por las metanfetaminas’, desatando un intenso debate público. En total oposición a esto, Jeremy Swain, director ejecutivo de la organización de caridad londinense que trabaja con sinhogarismo ‘Thames Reach’, advirtió que ‘dar dinero a las personas sin hogar no es generoso – los puede condenar a la muerte.’
Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Deberíamos dar algo a la gente que mendiga?
Una de las percepciones negativas más extendidas es que esto promueve los hábitos abusivos de drogas y alcohol, con dos consecuencias clave. Primero, cuando se utiliza para comprar sustancias para intoxicarse, tu dinero reducirá, en última instancia, las posibilidades de esa persona de sobrevivir. Yo hasta he escuchado que por cada libra que se da, se reduce una hora de vida. Está claro que la adicción es un gran problema en las calles, los trabajadores de alcance de Thames Reach estiman que cuatro de cada cinco (el 80%) de las personas que mendigan lo hacen para financiar su adicción. La policía de Westminster informa que de un grupo de personas arrestadas por mendigar, más de dos tercios (el 70%) dio positivo en el test de cocaína crack o heroína.
Pero, ¿realmente estamos ‘matando con la generosidad‘ cuando le damos una libra a alguien en la calle? Es muy probable que cuando la adicción lleva a mendigar, la necesidad de drogas o alcohol es tan grande que la persona encontrará el dinero, ya sea que se uno se lo dé o no. Sin otras opciones, esto podría significar volcarse al crimen para financiar su hábito, creando una situación aún más dañina.
El segundo resultado crucial normalmente destacado es que cuando se la utiliza para mantener adicciones, la mendicidad aumenta el comportamiento violento y antisocial en nuestras ciudades. Mientras que no debería haber excusa para tal comportamiento, ciertos términos degradantes como ‘drogata’, ‘heroinómano’ y ‘drogadicto’ son generalmente utilizados para describir, y por ende definir, a estas personas. Este tipo de calificación negativa es unidimensional y alienta una visión deshumanizada que los identifica únicamente por su adicción.
También es importante que existe una creencia extendida de que muchas personas que mendigan no son personas sin hogar. Esto ha borrado los límites entre el sinhogarismo y la mendicidad, lo cual sólo margina aún más a las personas de la calle. Numerosas campañas, tanto en los concejos municipales como en las organizaciones de caridad que trabajan en sinhogarismo, han intentado prevenir al público sobre dar dinero a la gente en la calle, exponiéndolos como ‘falsos’ mendigos.
Pero quienes lo han hecho nos dicen que mendigar es tanto degradante como humillante. Lamentablemente, estas campañas ignoran las realidades y omiten la complejidad que significa mendigar y las necesidades múltiples y complejas de muchas personas que mendigan. Al cubrir la cara de un hombre con una capucha, estas campañas están, literalmente, dejando a la gente ‘sin cara’. Le quitan cualquier sentido de identidad o individualidad y alientan actitudes que deshumanizan a la gente en las calles. Al presentar a los mendigos como fraudes, ignoran el hecho de que, con o sin hogar, la gran mayoría de la gente que mendiga lo hace por motivos que van más allá de querer estafarte con tu dinero. El hecho de que estén dispuestos a sentarse en las calles y soportar la humillación, el peligro y el escrutinio, demuestra un alto nivel de necesidad que no está siendo resuelto por los servicios que se supone que reciben. La mayoría están impulsados por adicciones causadas por traumas de la niñez y/o otras cuestiones, tales como problemas de salud mental. Sus acciones no son una señal de su propio fracaso o fraude, sino del fracaso del sistema para prevenir que lleguen a ese punto.
Lo cual nos lleva al punto decisivo de la cuestión. En lugar de categorizar a la gente en las calles como mendigos, personas sin hogar, personas con abuso de sustancias, o ‘drogadictos’, deberíamos enfocarnos en cada individuo y en sus necesidades personales. Ya sea volcándose al crimen para financiar la adicción, mendigando o mostrando un comportamiento antisocial, el punto principal de contacto con los servicios es, para muchos, la aplicación del sistema de justicia criminal. Esto luego lleva a una falta de confianza entre los usuarios de servicios y los proveedores, creando un ciclo perpetuo adonde la gente no recibe el apoyo que necesita para alejarse de las adicciones, para dejar de ser mendigos o de no tener hogar.
En última instancia, si uno decide dar dinero a la gente en las calles, es su decisión personal. Y si decide no hacerlo, hay muchas otras formas en las cuales puede ayudar. Apoyando a una organización de caridad local que trabaje en sinhogarismo, trabajar como voluntario, o simplemente parar para hablar con la gente que uno se encuentra en la calle – todo puede lograr mucho para ayudarlos. Está claro que este debate necesita ser replanteado. En lugar de estereotipar, ¿qué tal si reconocemos a cada individuo, sus complejas necesidades y el apoyo orientado que les falta, lo cual podría hacer una gran diferencia?
Este blog fue escrito luego del evento de Roundabout “¿Deberíamos dar algo a la gente que mendiga?, en el Festival de Debate en Sheffield, Reino Unido.
¡Súmese al debate!