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Zsuzsi Pósfai es miembro del Colectivo Rákóczi (RC) en Budapest, Hungría. Los miembros de este colectivo han trabajado durante aproximadamente siete años para establecer la primera cooperativa de vivienda de propiedad colectiva basada en alquiler de Hungría.

A fines de enero, nos mudamos a la primera casa cooperativa establecida por miembros del Colectivo Rákóczi, que, esperamos, se transforme en un precedente para muchas casas similares en el futuro.

Llegar a esta casa soleada y pacífica en el barrio Zugló de Budapest requirió muchos años de esfuerzo y organización. En este momento, hay siete de nosotros viviendo allí, con mucho más espacio y mejores condiciones de vida de los que teníamos antes. En Budapest, la situación de vivienda es cada vez más difícil, y los precios y alquileres de las casas se dispararon —algunos prácticamente se duplicaron durante los últimos cinco años. Alquilar también es riesgoso, ya que las regulaciones no son suficientes y los inquilinos no tienen protección ante los propietarios —pueden desalojarte con poco aviso previo o aumentar el alquiler en cualquier momento.

La propiedad colectiva de nuestra nueva casa implica que compartimos todas las decisiones y responsabilidades de forma colectiva. No hay un propietario, y este tipo de vivienda puede hacerse estable y seguro en el largo plazo, lo cual es un alivio para las personas que tuvieron que mudarse casi todos los años a diferentes lugares alquilados. Las reglas que establecimos determinan que todos los residentes contribuyen con tiempo y dinero.

En el camino, enfrentamos diversas dificultades, muchas de ellas se deben a que esta clase de vivienda no existe en Hungría. Aquí, la vivienda de propiedad colectiva casi no se conoce, por lo que las municipalidades, instituciones financieras o cualquier otro tercero la consideran demasiado riesgosa.

En primer lugar, fue muy difícil encontrar una casa que fuera apta para lo que queríamos: capacidad para 10 a 15 personas viviendo juntas, con espacios comunes grandes y, preferentemente, un jardín, y que no estuviera demasiado lejos de la ciudad.

Negociamos con varias municipalidades, pero lo que nos ofrecían no era adecuado, entonces decidimos buscar en el mercado. La mayoría de las casas que encontramos estaban abandonadas y era muy caro renovarlas, o estaban en buenas condiciones, pero valían demasiado, y para nosotros no había manera de obtener tanto capital inicial.

Finalmente, acordamos resignar el tamaño y empezamos a buscar casas más pequeñas y baratas para solo siete de nosotros —esto nos permitía pagar una proporción más grande con el dinero que ya habíamos obtenido entre nosotros y luego, solo teníamos que encontrar una menor cantidad de recursos externos. Así llegamos a esta casa en marzo de 2018 y, rápidamente, decidimos que intentaríamos comprarla.

El desafío que siguió, probablemente el más grande, fue que en Hungría todavía no existe un canal financiero disponible para las cooperativas de vivienda. Entonces, primero intentamos obtener algunos préstamos individuales para vivienda, pero nos los denegaron porque nuestros ingresos no eran lo suficientemente altos ni les parecían estables. La configuración de varias personas con un vínculo no familiar tampoco les convencía. Cuando nos denegaron el préstamo quedamos perplejos, y ya habíamos destinado todo nuestro dinero a los dos primeros pagos de la casa. Teníamos alrededor de un mes para juntar la otra mitad de la plata, cerca de 100.000 euros.

Se nos ocurrió obtener préstamos de gente cercana. En solo dos semanas, recaudamos el dinero. Esto fue muy importante para nosotros, porque demostró que todo el trabajo que habíamos hecho los años anteriores no fue en vano, y que éramos confiables para las personas que estuvieron dispuestas a invertir sus ahorros para que alcanzáramos este objetivo.

Luego vino la renovación. Nuestro plan era hacer la mayor parte del trabajo nosotros mismos, porque nos quedaba poco dinero. Cuando recibimos las llaves de la casa, algunos de nuestros miembros no tenían otro lugar donde vivir, y todos los demás teníamos contratos de alquiler con vencimiento. Entonces, contábamos con casi nada de dinero y muy poco tiempo disponible. Planificamos terminar el trabajo en seis semanas, pero recién lo hicimos pasadas las diez, todos estábamos físicamente exhaustos, pero habíamos adquirido una gran variedad de habilidades nuevas.

Una de las mejores experiencias con la renovación fue que el trabajo fundamental —plomería, electricidad, albañilería— estuvo a cargo de miembros de la Cooperativa Gólya, que es un bar y espacio político integrado por amigos y fuertes aliados. Todo este proceso de renovación ofrece un excelente ejemplo de cómo las redes con objetivos similares pueden trabajar juntas para lograr tanto.

Todos los grupos cooperativos de vivienda pioneros de Europa del Este hemos enfrentado desafíos similares, motivo por el que colaboramos como parte de MOBA. Además de generar una red de trabajo de apoyo, nos ayudamos mutuamente de maneras muy tangibles para superar esos desafíos.

Nuestro próximo desafío es hacer un registro legal de nuestra cooperativa, lo que significa que haremos un acuerdo formal y confirmaremos los principios ante un tribunal. También tenemos que conseguir el dinero para refinanciar los préstamos que obtuvimos de nuestros amables acreedores directos. Estamos planificando un recurso financiero sistemático confiable que también podrán usar otros grupos en el futuro. Esto es crucial para crear un modelo que realmente sea accesible para un amplio segmento de la sociedad húngara, que tiene dificultades para pagar su vivienda.

Mientras tanto, estamos ocupados creando un hogar y una comunidad, que no son un mero proyecto piloto. Esta casa tiene un potencial enorme y duradero.


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