En septiembre de 2017, dos terremotos muy intensos sacudieron a México. El primero tuvo lugar el 7 de septiembre en el Océano Pacífico, cerca de los estados de Oaxaca y Chiapas, al suroeste del país. El segundo (otro terremoto que no fue una réplica del primero), llegó solo 12 días más tarde, cerca de la metrópoli de Puebla, a escasos 120 kilómetros de la Ciudad de México. En el estado de Oaxaca, el primer terremoto, de 8.2 puntos de magnitud, afectó gravemente a Santiago Niltepec: destruyó cuatro de cada cinco edificaciones del municipio.
Los programas de reconstrucción subsiguientes se enmarcaron dentro de dos enfoques asistencialistas. El primero consistió en subsidios públicos que se ofrecieron a las familias afectadas, según la gravedad de los daños —con un subsidio máximo de 120.000 pesos mexicanos (6.000 dólares) por predio en los casos en que las construcciones se habían destruido por completo o no podían repararse. En muchas ocasiones, los residentes transfirieron estos subsidios a desarrolladores de vivienda a cambio de la construcción de una casa llave en mano en su terreno. Mediante el segundo enfoque, con la financiación de empresas internacionales, se construyeron viviendas nuevas sin cargo para algunas de las familias que quedaron excluidas de la primera opción. En ambos casos, se fomentaron pequeñas viviendas estandarizadas, de mala calidad, que no son adecuadas para el clima local y no tienen en cuenta la cultura del lugar ni la arquitectura tradicional. En los dos programas hubo casos de fraude y abuso: algunos desarrolladores incentivaron a los residentes para que destruyeran casas tradicionales que se habían dañado parcialmente y podrían haberse reparado, para que accedieran a una nueva.
Algunas familias de Santiago Niltepec quedaron fuera de estos programas debido a sus afiliaciones políticas, a problemas con la recopilación de datos o a la situación precaria de sus viviendas antes del terremoto. Así, las personas más vulnerables se quedaron sin ningún tipo de apoyo.
Poco después de la catástrofe, llegó al municipio Programa VACA A.C. (VACA), una asociación civil que centra su trabajo en proyectos de construcción comunitaria sostenible en zonas rurales y territorios indígenas. VACA asistió a las organizaciones locales con paquetes de ayuda de emergencia y analizó los daños estructurales. Este análisis incluyó consultas técnicas sobre las estructuras que habían sobrevivido para evaluar su seguridad.
Mediante este trabajo de diagnóstico, VACA identificó a las familias más vulnerables que habían quedado excluidas de la ayuda para la reconstrucción del gobierno, y que querían participar en la construcción colectiva de sus nuevos hogares. Se conformó un grupo inicial de 20 familias, pero, más tarde, algunas de ellas eligieron quedarse con una de las casas gratuitas que ofrecía una empresa. VACA solo trabajó con cuatro familias (18 personas) cuyas casas quedaron concluidas en diciembre de 2018.
El proyecto en la práctica
VACA es un equipo multidisciplinario conformado por seis profesionales que trabajan a tiempo parcial. Desde 2013, la organización trabaja en comunidades indígenas rurales de varios estados de México, y también implementó un proyecto en la India. VACA usa un enfoque colaborativo, y todo el trabajo está a cargo del equipo permanente, los beneficiarios y voluntarios de todo el país — la mayoría de estas personas se dedican a la arquitectura o el diseño, y quieren aprender a usar técnicas de construcción locales y sostenibles, así como herramientas para la construcción participativa inclusiva y la consolidación de capacidades comunitarias.
VACA considera que es necesario transformar radicalmente la forma de pensar la arquitectura social: cómo se construye, qué aspecto deberían tener las construcciones y quién puede participar en su desarrollo. La organización aboga por un cambio cualitativo en la manera en que se desarrollan las viviendas en las comunidades vulnerables.
Mediante el trabajo que hicieron en Santiago Niltepec, los integrantes de VACA quisieron abordar cuatro problemáticas fundamentales:
- la precariedad de las viviendas;
- la pérdida de técnicas de construcción vernáculas sostenibles;
- la cultura asistencialista que predomina en los programas de vivienda;
- la discriminación de género en el ámbito de la construcción.
Con el fin de identificar a las familias beneficiarias, el equipo de VACA se reunió con los residentes del lugar para escuchar sus historias y consultarles acerca de la condición de sus casas. Se los invitó a encuentros locales, en los que VACA explicó su enfoque inclusivo sobre la construcción con materiales naturales. Para formar parte, los beneficiarios tenían que estar dispuestos a participar en todas las etapas del proyecto. VACA visitó a todas las familias que expresaron interés a fin de evaluar el espacio y verificar los títulos de propiedad, para asegurarse de que estas estuvieran a salvo de posibles desalojos en el futuro.
Este proceso inicial se enfocó en las familias más vulnerables que no habían podido acceder a la ayuda del gobierno. Se propiciaron espacios para alentar a las mujeres a que tuvieran una participación activa en el proceso, y se priorizaron sus opiniones y necesidades.
Una vez que se acordó un cronograma de trabajo, comidas y descansos con las cuatro familias participantes y los voluntarios del proyecto, comenzó el proceso colaborativo de diseño. Las familias, diseñadores y personas voluntarias desarrollaron el diseño de cada una de las viviendas de acuerdo a las necesidades de los beneficiarios, las características del predio y su contexto inmediato. Se dibujaron los planos de las futuras casas en el piso, con una escala 1:1, teniendo en cuenta los hábitos y preferencias de cada familia, para que pudieran imaginar sus hogares y hacer los cambios necesarios antes de iniciar el proceso de construcción.
La construcción tuvo lugar de septiembre a diciembre de 2018. Todas las familias beneficiarias participaron de forma activa en la organización de actividades relacionadas con el proceso de construcción, así como en las propias obras, junto a los voluntarios y al equipo de VACA.
El diseño y las técnicas de construcción vernáculas se combinan con modificaciones modernas resistentes a terremotos y con el uso de materiales naturales del lugar para garantizar que las edificaciones sean seguras, cómodas y duraderas. Por ejemplo, la cimentación de piedra reduce la humedad y mejora la eficacia de las estructuras en caso de terremotos, mientras que el doble techo evita la transmisión de temperaturas excesivas hacia dentro de la casa. Las paredes de tierra cruda compactada (conocida como Cobb o Blá) ofrecen un aislamiento eficiente, y los revoques tradicionales de estuco de cal hacen que las superficies internas sean más limpias y protegen el exterior de la casa de los efectos del agua.
Las cocinas están equipadas con fogones de bajo consumo y libres de humo, y se hace mucho hincapié en estas para garantizar la comodidad y salud de quienes trabajan dentro de la casa. También se ubican estratégicamente, de manera que el calor no se propague al resto de la vivienda. Todos los espacios están diseñados para aprovechar la luz natural al máximo y para reducir el consumo de energía a través de un aislamiento y una ventilación eficientes.
La búsqueda de la belleza culturalmente sensible es un elemento fundamental del proyecto para garantizar que las casas agraden a los residentes y sean un motivo de orgullo para las personas voluntarias.
Con esta metodología, VACA logra reducir los costos un 33 por ciento, en comparación con otras alternativas del mercado y sin endeudar a las familias. La calidad de las casas que se construyeron mediante el proyecto es mejor, y el tamaño prácticamente duplica al de aquellas que ofrecen los programas de reconstrucción del gobierno. Cada casa tiene cerca de 72 metros cuadrados, y el costo promedio es de 157.500 pesos mexicanos (8.000 dólares), incluidos transporte, herramientas, materiales, comida para las personas participantes y sus familias, y costos administrativos. En comparación, las viviendas subsidiadas por el gobierno tienen 36 metros cuadrados, y el costo es de 120.000 pesos mexicanos (6.000 dólares) al cual muchas personas tuvieron que agregar un crédito. Además, presentan un diseño estándar que no es adecuado para el ambiente, no involucran a la comunidad en el proceso y utilizan materiales industriales que tienen un impacto ambiental muy negativo, Por otro lado, la calidad de las construcciones es baja y, en algunos casos, estas no ofrecen seguridad antisísmica. Las obras de las cuatro casas duraron cuatro meses, incluidos los acabados, la construcción de los fogones y la conexión a la red eléctrica, mientras que las de las viviendas de las constructoras suelen tardar más de un año.
Financiación
El costo del proyecto de reconstrucción de las cuatro viviendas en Santiago Niltepec fue de 630.000 pesos mexicanos (32.000 dólares). Esto cubrió los gastos en herramientas, transporte y materiales, y en la comida de todas las personas que participaron en la construcción (el equipo estable, los voluntarios y los residentes).
El presupuesto anual de VACA varía entre 120.000 y 600.000 pesos mexicanos (6.000 a 30.400 dólares), según los proyectos que se lleven a cabo y la cantidad de fondos que se obtengan. La financiación de VACA proviene de donaciones, premios y subsidios, muchos de los cuales consisten en aportes del exterior y de donantes recurrentes. Solamente el personal administrativo de VACA recibe un salario permanente. El director de VACA trabaja pro bono y el personal docente recibe remuneración por los trabajos que realiza solamente durante el proyecto.
Como parte de las iniciativas de recaudación de fondos, se les pide a todos los voluntarios que donen una pequeña suma a cambio de su participación. Los costos varían según el programa, pero, en general, rondan los 3.000 a 5.000 pesos mexicanos (152 a 253 dólares) para un proyecto que dura entre dos semanas y cuatro meses. Se ofrecen becas para que el programa sea inclusivo, en particular para las comunidades que más se benefician de los conocimientos sobre técnicas de construcción naturales y autogestivas.
Las familias participantes del proyecto no hacen un aporte financiero, pero se les pide que proporcionen mano de obra y que se comprometan con las actividades y con otros beneficiarios. VACA proporciona comida sin cargo durante el programa de construcción, para asegurarse de que los beneficiarios que no tienen ingresos o cuyos ingresos son bajos puedan participar sin tener que preocuparse por cubrir sus necesidades básicas.
Impacto
Las casas que reciben las personas beneficiarias del proyecto son permanentes, seguras y cómodas. La participación en el proceso de construcción implica que, más tarde, las familias son capaces de modificar y mantener sus viviendas sin la necesidad de contratar empleados ni de usar materiales industriales, ya que, en su mayoría, los materiales que se utilizan son de acceso libre y gratuito. El diseño también permite que la familia reduzca los costos de energía.
Los procesos inclusivos y colaborativos del proyecto fomentan la solidaridad y el desarrollo de habilidades, así como el uso de herramientas de autogestión. Esto, a su vez, transforma las relaciones de género y mejora el sentido de igualdad dentro de la comunidad. La buena organización, las tareas compartidas y la rotación de actividades, permiten que todas las personas, sin importar sus distinciones, identidades, edad ni género, participen en la reconstrucción de las casas. Entre quienes participaron en este proyecto, aproximadamente cuatro de cada cinco fueron mujeres, personas de identidades diversas y niños (a quienes se incluye teniendo en cuenta sus habilidades e intereses).
El proyecto tuvo un impacto positivo sobre un total de 63 personas, incluidos los 18 beneficiarios directos, 32 voluntarios, cuatro miembros del equipo de VACA y nueve miembros de la comunidad, que se beneficiaron con los aprendizajes adquiridos. Al observar los resultados, algunos vecinos —que habían elegido las casas gratuitas que ofrecían empresas privadas— reconocieron haber tomado la decisión incorrecta y que deberían haberse quedado con la opción de VACA, que requería un compromiso con un proceso de ayuda mutua, pero había generado resultados mucho mejores.
Un aspecto importante del programa de VACA es la identificación de oportunidades para la generación de ingresos, por lo que la organización sigue trabajando con la comunidad de Santiago Niltepec para desarrollar un proyecto basado en el intercambio justo de un pigmento natural de color azul que se produce en este lugar.
Las problemáticas ambientales son centrales en los proyectos de VACA, que, siempre, usa materiales naturales, locales y disponibles sin costo durante el proceso de construcción. Casi todos los recursos (a excepción de los techos de láminas de metal) se obtuvieron a no más de dos kilómetros de distancia del lugar. El diseño de eficiencia energética, combinado con la inclusión de cocinas de bajo consumo y baños de compostaje, reduce aún más el impacto que tienen las casas sobre el medioambiente.
Transferibilidad y expansión
La metodología de VACA está diseñada para usarse en diferentes contextos geográficos y culturales, y hasta el momento, se aplicó en seis estados diferentes de México y en una aldea de la India. VACA cree en la cooperación por sobre la competencia, y comparte su bagaje de información, metodologías y experiencias con otras organizaciones.
Se alienta a las personas voluntarias que participan en los proyectos de VACA a que apliquen el conocimiento y las habilidades que aprenden en sus vidas personales, académicas y profesionales. Como resultado, se conformaron al menos cinco grupos de asistencia social, y VACA ha colaborado directamente con 12 organizaciones para compartir su enfoque.
Si bien la escala es pequeña, el proyecto de Santiago Niltepec demuestra que, al involucrar a una comunidad en la elaboración de un diseño sostenible y respetuoso de la cultura local, se pueden construir viviendas de excelente calidad que, además de preservar la herencia arquitectónica de la comunidad, representan una alternativa inclusiva y de bajo costo, en comparación con los programas de reconstrucción asistencialistas predominantes.