Jan Teeuwisse trabaja como Navegador de Atención Médica para Personas sin hogar en Groundswell, una organización benéfica de sinhogarismo que se enfoca en tratar este problema y las desigualdades en el área de salud. Groundswell es uno de los socios de la ciudad de Westminster, que forma parte de la Campaña Europea para Terminar con el Sinhogarismo en las Calles.
Todas las personas que están sufriendo los efectos del sinhogarismo son muy conscientes de las amenazas y los riesgos, y no hablo únicamente de la COVID-19. En un entorno “de riesgo”, la confianza es un recurso extremadamente escaso para quienes suelen ser escépticos con respecto a todo — en general, porque el sistema los defrauda constantemente — y tienen dificultad para armarse de voluntad, para quienes todo siempre se mueve tan lento, quienes recorrieron el circuito tantas veces y nada parece concretarse.
Es como si a nadie le importara.
Pero a la gente sí le importa. El hecho de que las personas se sientan abandonadas por la sociedad no significa que estas, a su vez, abandonen a la sociedad. A las personas que sienten que los demás seres humanos las lastimaron no les surge un deseo automático de lastimar como contrapartida. Respetan el distanciamiento social y usan mascarillas faciales. “Estas personas” siguen siendo parte de una sociedad y siguen cumpliendo su rol dentro de esta, incluso si no pueden “quedarse en casa”, que fue la principal consigna durante gran parte del año.
No obstante, más allá de esta voluntad de ser parte de la sociedad, la sociedad no siempre se los permite. Existen obstáculos en el sistema que dificultan la “adecuación” de las personas sin hogar. Por ejemplo, los albergues comunitarios con baños y cocinas compartidos; el hecho de que para acceder al sistema “test and trace” (de prueba de detección y seguimiento) sea necesario un teléfono celular e Internet; y el hecho de que para recibir la vacuna de COVID-19 haya que tener un registro de médico general (GP) asignado y un domicilio fijo.
Este último año ha sido una verdadera montaña rusa. Y ni siquiera parece que haya sido el primero. Ya venimos lidiando con este tipo de transmisiones de virus desde hace décadas; Groundswell siempre trabajó junto a equipos de inclusión sanitaria durante las campañas anuales de vacunación contra la gripe en invierno debido al riesgo que esta representa para las personas con afecciones médicas preexistentes, que son muy frecuentes en la gente afectada por el sinhogarismo. Al principio de la pandemia de COVID-19, las investigaciones evidenciaron con claridad que la gran mayoría de la población se estaba tomando el brote muy en serio.
En general, esta también fue la actitud que se observó entre el personal de asistencia, incluidos los colegas voluntarios y el equipo de Groundswell. Evaluamos los riesgos que corríamos y, donde resultó posible, nos encargamos de garantizar que las personas que no tuvieran un hogar recibieran asistencia para su salud física y mental.
Luego llegó la sorpresa. No solo la propia vacuna contra la COVID-19 — resultado de un esfuerzo internacional titánico —, sino, principalmente, las pruebas de detección, que fueron fundamentales para detener la propagación del virus. Puedo dar fe de los equipos de inclusión sanitaria de Westminster. Estuvieron presentes en los centros de detección, dotados de profesionales y voluntarios. Se podían completar los datos, realizar la prueba y estar listo en menos de diez minutos, con un resultado en el transcurso de una hora. Como si esto fuera poco, los equipos de detección iban a los albergues para realizar las pruebas, lo que hizo que no hubiera brotes masivos del virus en esos entornos.
La implementación del programa de vacunación ha sido aún más notable. Quienes trabajamos en la primera línea recibimos la primera dosis a principios de enero, y la segunda dosis, doce semanas más tarde. A la gente para la que trabajamos, personas en situación de sinhogarismo que se encuentran en el grupo de alto riesgo, también se les aplicó la primera inyección muy temprano. Para el 23 de marzo de 2021, Westminster había aplicado la primera dosis de la vacuna a cuatro de cada cinco personas afectadas por el sinhogarismo (80%), sumando un total de más de 800 personas (casi la mitad). El operativo se implementó sin problemas y prácticamente no hubo incidentes.
¿No hubo resistencia? Claro que sí, pero, en general, no duró más de una charla breve. ¿Se implanta un microchip? Señalar el tamaño de la jeringa y la batería que sería necesaria para tal fin resultó ser un argumento convincente. ¿Se aceleraron los procesos de la vacuna? Este no es el primer coronavirus que se investiga; la vacuna se viene desarrollando hace tiempo. ¿Una conspiración mundial para esclavizarnos a todos? Bastó con resaltar lo absurdo que sería que todos los políticos pendencieros de repente se pusieran a trabajar en equipo. Es fantástico contar con recursos confiables y accesibles generados por Groundswell, que se pueden compartir con las personas en una variedad de idiomas (inglés, polaco, rumano, turco, amhárico, árabe y tigriña). Estos responden preguntas clave sobre la vacuna, explican cómo se fabricó y cómo funciona. Esta información simple y clara minimiza las interferencias y ayuda a iniciar conversaciones al respecto.
En el sector de sinhogarismo e inclusión sanitaria, hay muchos debates sobre los desafíos que presenta la aplicación de la vacuna, y se comparan las “tasas de éxito”. Pero, en definitiva, lo que la gente quiere es protegerse a sí misma y a las personas que aman. Durante la aplicación de la vacuna a personas que experimentan sinhogarismo, la comunicación, la planificación y el trabajo en equipo son clave. Si las personas cuentan con la información que necesitan, tienen la posibilidad de hacer preguntas, y hay un grupo de trabajadores de primera línea preparados para trabajar juntos con flexibilidad, la implementación del programa de vacunación contra la COVID-19 entre las personas sin hogar es sencilla. El mes pasado, Groundswell publicó un breve video y recursos de apoyo para los trabajadores de primera línea que aplican la vacuna en la región, basado en nuestra experiencia satisfactoria aquí en Westminster.
La aplicación de la vacuna a los residentes de Westminster fue un éxito, y se implementó antes de que las personas en situación de sinhogarismo se agregaran al grupo de prioridad número seis en las recomendaciones del Joint Committee on Vaccination and Immunisation del Reino Unido a mediados de marzo. Esto es importante para un grupo de personas que sufre diversas afecciones médicas y debe lidiar con múltiples problemas sociales. ¡Este mundo no para de sorprenderme!
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